Hasta el edén en el que vivo en sueños
te quisiera llevar, amada mía,
y ser las veinticuatro horas del día
de la pasión y la dulzura dueños.
Emplearía el mayor de mis empeños
para hacerte feliz y viviría
sólo para mimarte y llenaría
tu vida de los más lindos ensueños.
Todo el tiempo sería pura fiesta
y con esa alegría permanente
podríamos gozar completamente
del placer del amor a mesa puesta
y pensando tan sólo en el presente,
sin importar ninguna otra propuesta.
La vida que nos resta
la viviríamos con tanta euforia,
que poco fuera hasta la misma gloria.